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Me jubilé… y ahora ¿qué hago?

  • Florencia Galarza
  • Noticias UNaM

Cada 20 de septiembre en Argentina se celebra el “Día del Jubilado” para poner en valor el aporte de las trabajadoras y trabajadores quienes, con su fuerza laboral, hacen al crecimiento del país.

En esta entrevista se intenta reflexionar acerca de la percepción que tiene la sociedad actual respecto a la edad jubilatoria, sobre los cambios de paradigmas de las actividades, estilo de vida, salud mental, sexualidad y otros aspectos de una persona que llega a esa etapa de la vida. Para profundizar estas consideraciones, se consultó a Rodolfo Capaccio docente jubilado de la Universidad Nacional de Misiones y escritor, quien aportó su opinión sobre el tema.

¿Qué impacto implica el retiro del mundo laboral para las personas?
Sin duda el haber llegado a “la edad jubilatoria” -al menos en nuestro país- no tiene en estos días el mismo significado que años atrás. Baste recordar el poema “El Jubilado”, de Héctor Gagliardi, ambientado más o menos en la década de los años cuarenta/cincuenta del siglo pasado, y en el cual el agasajo que le hacen los amigos y compañeros de trabajo se parece más a la despedida en un velorio, ya que no se espera nada más del personaje, condenado de antemano a entrar en una vida sin expectativa alguna. Eso, comparado con las posibilidades creativas y recreativas que se le abren a un jubilado actual, marca una enorme diferencia llegado ese momento. 
En esto ha influido sin duda la prolongación saludable de la vida, las mejoras en la alimentación y la difusión de contenidos a través de los medios acerca de lo que resulta más sano o perjudicial para el organismo. No en vano los médicos pululan en los espacios televisivos y las redes sociales, los medios gráficos abundan en notas sobre los beneficios de tal o cual alimento y qué cosas se deben evitar. La publicidad de complementos alimentarios es también profusa, así como la cantidad de gimnasios, centros de yoga, etc. dispersos en las ciudades. También, y esto es digno de destacar, hay un reconocimiento y aceptación de la vida sexual “del viejo”, que continúa, como siempre continuó, pero que era una cosa antes ocultada o no aceptada, y de este modo quienes llegan a jubilarse, mayoritariamente, se encuentran con todo un universo de posibilidades al disponer de un organismo sano que les permitirá, desde el emprender cosas nuevas hasta llevar a cabo aquello “que siempre quiso hacer” y que no pudo por falta de tiempo.

¿Qué percepción tiene la sociedad en general de las personas que llegan a la edad jubilatoria?
Es así también que, en la sociedad en general, se han producido cambios importantes vinculados con la percepción que se tiene ahora de un jubilado o jubilada. Una idea que dista mucho de la que se tenía hace tiempo. La de aquellos “viejitos y viejitas” limitados a cuidar los nietos y vivir encerrados o, a lo sumo, sentados en un banco de la plaza, a la de estos abuelos de la actualidad que viajan, hacen deportes, se dedican a tareas creativas, artísticas o sociales viviendo “su tiempo” con la mayor intensidad. Los jubilados en general se sienten integrados a la vida social activa y el resto de la sociedad asimila esta actitud que ha terminado por imponerse, aceptándola como algo natural y meritorio. A nadie le extraña ahora que la abuela o el abuelo vayan a un gimnasio o a un taller y que vistan ropas deportivas.
Es necesario destacar, no obstante, que estas apreciaciones son una generalización, ya que tienen que ver con los jubilados y jubiladas urbanas, dado que existen “otras sociedades”, como las rurales, por ejemplo, o la de pequeñas poblaciones donde muchas de estas alternativas no están disponibles o, al menos, no se las halla con la misma facilidad que en las ciudades.

¿Qué espera el sistema y la sociedad de las personas en edad de jubilarse? 
Este cambio, y estas nuevas aptitudes han transformado, en relativamente poco tiempo -digamos en los últimos treinta o cuarenta años- aunque esto es relativo, aquellos prejuicios y estereotipos que se tenían del jubilado/da “no apto ya para ningún servicio” como no fuese jugar a las cartas, tejer escarpines, hacer solitarios, palabras cruzadas y alimentar a los canarios. De algún modo una vida acabada al terminar su tiempo de servicio. Y si bien es innegable que hay en la sociedad una tendencia de exaltación de la juventud, o de “lo juvenil”, exacerbada más que nada por el consumo, desde la música, pasando por la indumentaria, la alimentación y los laboratorios, el jubilado ahora es, también, alguien integrado naturalmente a la vida social, y aquel estereotipo del personaje marginado por su edad va perdiendo fuerza cada día, aunque sin olvidar que también ha pasado a integrar una categoría especial dentro del consumo, igual que el niño. Pero son estas contradicciones del sistema que no dejan de tener su lado beneficioso.

¿Se contempla la salud mental de una persona "jubilada" en la atención de hospitales y obras sociales?
La vida activa del jubilado se ha prolongado, sin duda, pero todo llega a su fin y hay un momento en que muchos y muchas deben comenzar a frecuentar los centros de salud o directamente ingresar a un geriátrico, y aquí se ponen muy en evidencia las diferencias del sistema en cuanto a la atención. Si hay recursos la atención será por lo general esmerada, pero si no se los tiene “los últimos tiempos” pueden llegar a ser muy dolorosos. Salas de espera colmadas, largas esperas, remedios caros, prótesis de inferior calidad, internaciones en geriátricos con pésima atención… y, muchas veces, escasa contención de los familiares y en algunos casos, directamente el abandono. Y aquí entrará a jugar un rol muy importante el estado mental con que se llegue a estas circunstancias. La “conciencia” o no que se tenga de esa realidad a la que se llegó al final de la vida y la actitud afectiva del entorno.

¿Las nuevas generaciones se plantean sobre su próxima etapa jubilatoria? 
En cuanto a la juventud y su percepción de esa etapa a la que -va a llegar el que tenga suerte y se cuide- parece haber, lamentablemente, una ignorancia difundida, o una negación no declarada de lo que habrá de suceder, en no mucho tiempo, si continúa en el país el sistema de jubilaciones masivas de quienes no hayan hecho aportes. Cualquier economista puede probarlo, ya que se trata de datos estadísticos y matemáticos, y los números no mienten. No mienten, pero si se los puede ocultar hasta que la realidad nos venga a mostrar su duro rostro. Y esa realidad habrá de decirnos en no mucho tiempo, y si las cosas no se modifican, los aportes de los que trabajan ya no alcanzarán para mantener a los que no lo hicieron, colapsando el sistema. Pero, mientras tanto, los jóvenes son eso: personas que disfrutan el hoy, ya que la vida no tiene otra razón más que esa y, mañana “veremos qué pasa”.
De igual modo, sumado a esto que habrá de ocurrir si no cambia el sistema, están las políticas de ajuste que siempre echarán mano, primero, cuando se necesite dinero, de las cajas jubilatorias, dejando a este sector cada vez más desamparado, en especial cuando se trata de jubilaciones mínimas. 
Un panorama de luces y sombras acerca de esta etapa culminante de la vida.

Nota publicada en la edición N°20 de la Revista Nexo Universitario (Agosto/Septiembre 2023)

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