Skip to main content

“Hay un gran descrédito del sistema político”

  • Ana Victoria Espinoza
  • Noticias UNaM

acampedocente

En las últimas semanas Misiones fue tema de agenda de los principales medios locales y nacionales. El motivo principal fue la protesta de policías, docentes y trabajadores del sector salud con acampes, cortes de rutas, asambleas y movilizaciones a lo largo y ancho de la provincia, exigiendo mejoras salariales y condiciones laborales dignas.

En simultáneo, las universidades salieron a defender la educación pública y las y los docentes y nodocentes continúan reclamando una recomposición salarial.
Desde la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), la docente investigadora María del Rosario Millán* analiza este contexto complejo desde una perspectiva política, social y mediática.millan copo
“Los problemas de representación del sistema político (partidario y gremial) son muy evidentes en esta protesta, es otro síntoma de malestares más profundos que el reclamo salarial”, advierte Millán y añade: “Los autocovocados demostraron la desconexión entre las bases y los dirigentes sindicales. El reclamo salarial es un emergente del reclamo político que no encuentra hasta ahora interlocutores legítimos ni un espacio de escucha genuina y duradero”.
Millán es Doctora en Semiótica e investigadora del CONICET. Actualmente, sus intereses se orientan a los estudios sobre medios desde la perspectiva del derecho a la comunicación. Por eso, también analiza los discursos que circulan en torno a los reclamos y la legitimidad de las instituciones. “Hay un gran descrédito del sistema político y esto es realmente preocupante porque está horadando las bases de ciertos consensos democráticos, y eso no se va a resolver con esta protesta”, define la científica social.

¿Cómo analizas la situación actual de Misiones? ¿Cuáles son las causas estructurales, las contradicciones y los matices, desde tu perspectiva?

Es muy pronto para sacar conclusiones sobre política. Me da la sensación de que lo que está sucediendo, es un síntoma de malestar. Y hay dos indicadores que me dan esa pauta, de que aún el magma social no asume o no se orienta en una dirección clara.
No hay una consigna clara más allá del aspecto salarial y de la disconformidad con ciertos políticos a nivel provincial. No hay referentes tampoco que se distingan. La consigna de reclamo no escala más allá de lo salarial. Y hay otros elementos que me llaman la atención por lo novedoso para nuestra historia.
En Misiones, estamos todavía viviendo una hegemonía política partidaria desde hace más de 20 años. Y venimos también de un proceso electoral que fue el año pasado. Si bien pasó muy poco tiempo de la efectiva asunción, tenemos un gobernador que ganó con el 64% de votos. Tenemos un gobierno nacional que acá en Misiones ganó con el 56% de los votos, y si uno mira las encuestas o los seguimientos, aún tiene una alta aceptación positiva.
En el sector de los estatales de la provincia se sigue manifestando una adhesión al gobierno nacional, casi te diré religiosa, por los componentes de fe, de esperanza, incluso de selección de lo que se quiere ver de la realidad, y de una suerte de filtro para ver la realidad.
Y por otro lado, está la situación del gobierno provincial, que es el que está más complicado en este momento. Por un lado, tiene que resolver este conflicto, que se le ha ido de las manos, en el sentido de que tenía una estrategia particular para arreglar o para relacionarse con los gremios, que en este contexto ya no está siendo efectiva. Y al mismo tiempo, es un gobierno que no puede o no quiere diferenciarse abiertamente del gobierno nacional, porque es su estrategia política. Entonces está entrampado en esta situación.
Es llamativo que se prolongue este reclamo de los sectores estatales, cosa que no tengo recuerdos recientes de que esto haya sucedido. Sí recuerdo protestas largas y de otros acampes, pero que estaban vinculados a un sector productivo, a los yerbateros en particular, pero los reclamos de los sectores estatales nunca lograron la articulación de reclamos. Entonces, eso es novedoso. Sin embargo, esa articulación tampoco es orgánica o por lo menos no veo que tenga una salida.
Lo que sí es novedoso es la prolongación que está teniendo este acampe y esa suerte de articulación desorganizada que se está dando de hecho. El temor es que esto se disperse y que no quede nada, una vez que el reclamo salarial tome alguna salida.

¿Qué otras particularidades ves en la protesta a nivel político?

Hay un gran descrédito del sistema político. Es realmente preocupante porque está horadando las bases de ciertos consensos democráticos, y eso no se va a resolver en esta protesta. Mi percepción es bastante pesimista al respecto porque así como tenemos ciertas convergencias sectoriales, a nivel político y de articulación de ideas, todavía veo mucha disociación. Y cierta incapacidad desde los sectores sociales para poder articular un discurso que permita explicar qué nos trajo hasta acá y cómo tenemos que salir de acá.
Y eso tiene que ver con la falta de renovación de los cuadros políticos, en todos los ámbitos, también se incluyen los gremiales y la Renovación que se ha ocupado de construir cuadros superficiales que le permitan asegurar su continuidad en el poder. Ese vaciamiento a nivel de política nos está pasando factura en varios aspectos.
La idea de comunidad y de ciertos elementos cohesivos a nivel social, como la idea de patria o el propio valor de la solidaridad, son elementos que se ven en las imágenes y en los postales que nos está dejando este acampe. Pero en la medida en que esos valores cohesivos intentan bajar a tierra, se dispersan, se disuelven, y vuelve otra vez a ganar terreno cierta desorientación. Y empiezan a ganar otros elementos como la desconfianza en el propio sistema político, la intolerancia, el desplazamiento de culpas y la incapacidad de ver cuáles son los factores que nos han traído hasta acá.

Incluso hay un sector de la protesta que intenta diferenciar que el problema es provincial y no nacional...

Lo llamativo es que eso está en las bases. Hay un gran malestar. Y ese mismo malestar es el que conectó con el discurso anticasta de Milei. Entonces lo que está convergiendo ahora es un nivel de hartazgo y se suma un componente de probar hasta dónde se logra cierto nivel de escucha y de atención del gobierno provincial.
Al que veo más desorientado es al gobierno provincial, porque los procesos judiciales que se iniciaron por situaciones oscuras en el acampe y la protesta no sé qué lectura pueden tener. Y en este contexto se genera la duda sobre en qué medida esos elementos son genuinamente espontáneos o responden a otros movimientos políticos. Gana la desconfianza.
Por otro lado uno empieza a pensar hasta qué punto es posible llegar a resolver un conflicto salarial, que se manifiesta como salarial pero que uno logra leer como el síntoma de un malestar político de larga data.
Y el gobierno provincial está entrampado. No puede diferenciarse abruptamente del gobierno nacional porque esa ha sido su estrategia histórica política de cara y la que parece continuar para el año que viene. Así ha actuado en las votaciones anteriores. No se presenta abiertamente como un opositor del gobierno nacional más bien se presenta como un aliado.
Tenemos también el antecedente que ha tenido la Renovación de construir y de conservar su hegemonía que no es básicamente renovando sus cuadros políticos, sino interviniendo de manera tercerizada en otros sectores políticos que podrían representar competencia.
Y eso no es responsabilidad única de la Renovación. Porque no nos olvidemos que la Renovación ha construido su hegemonía porque los partidos políticos opositores se han permeado a las estrategias de alianza. Esa estrategia le ha funcionado hace 20 años y evidentemente quiere seguir en esa línea para tratar de ver cómo asimila a esto nuevo, que serían los libertarios, que en realidad son cosas viejas con elementos nuevos y disruptivos bastante peligrosos, a mi juicio.

Desde tu mirada especialista en la comunicación ¿cómo analizas la cobertura mediática sobre esta protesta?

Hay tres tipos de coberturas. Tenés la cobertura de los medios provinciales que en su mayoría son comerciales y absolutamente dependientes económicamente del gobierno provincial. Después, tenemos la cobertura nacional que tampoco ha sido tan exhaustiva y después tenés lo que sale en las redes.
Lo que sale en las redes está teñido de los anteojos de quien lo quiere ver, entonces lo que se ve desde afuera es una romantización de esta protesta. Me preocupa que veamos esta protesta desde un prisma muy romántico como ‘el inicio de la revolución’ . La romantización de la protesta es la contracara de la criminalización de la protesta.
Entonces en redes está este inicio de lo que se viene porque todos tenemos esa sensación de que hay algo latente que en cualquier momento va a estallar y que es el resultado de la presión del ajuste y de las políticas de crueldad de este gobierno; y si uno lo ve desde acá encuentra estos otros elementos que acabo de mencionar que salieron en los medios provinciales que te van dando ciertas pautas que complejizan la mirada sobre esta protesta. Siguen firmes ciertos elementos conservadores, sigue firme cierta disociación entre el reclamo a nivel provincial y cierta carta de crédito que todavía los misioneros le dan al gobierno nacional.
No me parece, como en otras situaciones que la cobertura de los medios provinciales, muy sesgada, si hay mucho cuidado en mostrarse neutrales y en minimizar el tono del reclamo a nivel provincial. Las operaciones, como desacreditar a referentes gremiales, van por la vía de redes principalmente.

¿Cuál es tu reflexión sobre el reclamo de las universidades en este contexto?

La universidad también está atravesada por lo que fue la disrupción del fenómeno Milei. Eso ha marcado una desorientación política en todas las instituciones. Nadie sabe bien cómo responder y hasta hay temor sobre cómo encarar cuando tenés que resolver un problema con la misma gente que ha ayudado a que ese problema se desarrolle, en el sentido de la orientación del voto.
Eso no logra canalizarse porque lo que está en la base (esto es parte de lo que explica el fenómeno Milei) es que hay una sensación que tiene la ciudadanía de que las instituciones no son lo que dicen ser y ese fenómeno de descrédito lo tienen todas las instituciones democráticas; por eso es tan difícil salir, porque la gente ya no cree en el periodismo, la gente ya no cree en el valor de las instituciones y eso no es gratis.
Por eso empiezan también a ganar otro tipo de discursos; hay elementos de fe, de un discurso cuasi religioso, que está permeando la política. El hecho de que la gente diga ‘hay que aguantar, yo tengo fe’, es un elemento que no es político, no es un elemento clásico de la deliberación política, porque tampoco la deliberación política tiene lugar en este país.

Y esa deslegitimación, ¿a qué se debe?

Lo que tenemos que hacernos cargo es que esa deslegitimación también tiene que ver con nuestras prácticas porque en todos los sectores políticos no hay una discusión real de los problemas y porque se ha hecho carne una manera de resolver los problemas de modo superficial y cierto pánico a las discusiones de fondo. Por eso Milei sigue consolidándose porque no hay transparencia en la toma de decisiones.

¿Cuál es tu perspectiva sobre los próximos años? ¿Cómo defender la universidad pública en este contexto?

Es notoria la desintegración y la incapacidad para poder abordar los problemas de manera sincera. Y curiosamente por esa incapacidad o temores, crece paradójicamente la desinformación. Y uno adhiere o no por una cuestión de fe, si le cree al presidente o no, porque hay un desconocimiento muy grande de cómo funcionan las instituciones democráticas y eso lo vemos en la universidad. Hay un desinterés por la participación genuina, porque también han habido muchos mecanismos que han desalentado esa participación genuina. Entonces, el problema es muy profundo y claramente no es salarial, aunque el síntoma se manifieste de manera salarial.
Son las instituciones las que ordenan la manera de tomar ciertas decisiones, pero esas instituciones están en crisis.
Tenemos un problema en la educación que seguimos metiendo bajo la alfombra. Ponerle curitas o buscar soluciones que aparentan y que dan alguna respuesta, pero que en el fondo seguimos viendo que todo sigue igual, genera un gran desaliento y una profunda desorientación en la gente.

Y respecto a los discursos de odio contra la universidad pública, ¿cuál es tu análisis?

El tema de la desinformación ha afectado mucho más a los reclamos de la universidad, que los discursos de odio que están más orientados a ciertos sectores.
Los discursos de odio son una respuesta a cierto discurso progresista que en Estados Unidos le llaman la reacción ‘antiwoke’. Entonces, para mí son dos fenómenos. En este momento, me preocupa mucho más la desinformación.

¿Cuáles son las consecuencias de esa desinformación?

Creo que es la semilla para la proliferación de los discursos de odio.
Primero, el descrédito de las instituciones está llevando a que sea una cuestión de decidir a quién creer, no una cuestión de evaluación de la información en sí. La información en sí misma no tiene valor. No sólo porque en este momento el gobierno nacional es la principal usina de desinformación, sino porque tampoco se ve que eso se refleje en las instituciones que la modernidad delegó para que trabajen con la información. Los medios que deberían chequear la información tampoco lo hacen.
Esa desorientación genera un sentimiento cuasi religioso de que decido y creo lo que me gusta; que está obviamente complejizado por la fragmentación y por los cambios en el sistema comunicativo que tiende a amplificar estos síntomas.
Entonces se vuelve a escuchar más de lo mismo y no hay un interés por abordar ese problema seriamente. La desinformación sistemática como plan de gobierno es algo que trajo este gobierno. Pero la mentira, la evasión e incluso el manejo ambiguo de la información no son cosas nuevas para la política.
Y a esto le sumás un consumo incidental y fragmentado, un individualismo a ultranza y lo que está pasando no solamente acá sino en el resto del mundo es un socavamiento de la democracia como valor.
Lo que es altamente preocupante son los discursos de odio fomentados directamente por la principal figura presidencial.

A pesar de este escenario desalentador que estás describiendo, ¿cómo puede la comunidad universitaria hacerle frente a esto?

La universidad tiene que discutir abiertamente, lo que ningún espacio está queriendo hacer. La sociedad le está reclamando, pero pareciera que hay un temor, como una falta de coraje para dar las discusiones que tenemos que dar. Y hay una lógica electoral que todo el tiempo está socavando la posibilidad de estos debates. Si se sigue en ese cálculo electoralista cortoplacista, las discusiones de fondo que está pidiendo la sociedad no se van a dar. Y eso cabe para todas las instituciones y especialmente para la universidad.
Nosotros tenemos que debatir calidad educativa en todos los niveles. Tenemos que discutir nuestros planes, tenemos que discutir la formación de nuestros docentes, tenemos que discutir cómo hacemos investigación. Pero estamos muy preocupados en mostrar resultados y en mostrar que la cosa sí vale para que la gente no venga a tirarnos abajo la institución. Sueno fatalista, pero es mi propia necesidad de decir lo que creo siente la gente, que no hay un lugar de debate y de escucha genuina.

*Dra. en Semiótica por la UNC, Mgtr. en Semiótica Discursiva por la UNaM, Lic. en Comunicación Social y Periodista. Profesora Adjunta regular en la carrera de Comunicación Social, FHyCS-UNaM, y Profesora Titular regular en la Tecnicatura en Medios Audiovisuales y Fotografía, FAyD-UNaM.
Fue becaria doctoral y posdoctoral del CONICET. Es Investigadora Asistente CONICET. Ha publicado trabajos y participado en proyectos de investigación en la línea de Comunicación y Ciudad.
Actualmente sus intereses se orientan a los estudios sobre medios desde la perspectiva del derecho a la comunicación. Ha participado y dirigido proyectos de extensión vinculados con la promoción de la alfabetización audiovisual y el desarrollo de competencias comunicativas en jóvenes.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

  • Creado el .
  • Actualizado el .